miércoles, 24 de octubre de 2018
CAPITULO 17 (PRIMERA HISTORIA)
Paula podía ver el establo desde la ventana de la cocina y cuando vio que Pedro cerraba la puerta y se dirigía hacia la casa, echó los huevos en la sartén. El beicon, las patatas y el pan, ya estaban preparados.
Aprovechó que él no la veía para fijarse en su físico. En sus piernas largas y en sus brazos musculosos. Sólo con mirarlo se le aceleraba el pulso.
A lo largo de los años, había pasado tiempo suficiente con Pedro como para saber cómo le gustaban los huevos. El truco era mantener el fuego bajito para que no se pegaran.
De pronto, Olivia comenzó a quejarse.
—Ahora no, pequeña —dijo Paula mientras cocinaba.
Olivia empezó a llorar.
Paula miró al bebé, pero no vio qué podía molestarle. Si dejaba los huevos en la sartén se estropearían, así que trató de distraer a la criatura con una canción. Al ver que la pequeña seguía llorando, comenzó a bailar sin dejar de cantar. Se movió con la espumadera en la mano, pataleó, y le dio la vuelta a los huevos en el momento oportuno.
Cuando Olivia se calló, Paula la miró y vio que la pequeña la miraba con los ojos bien abiertos.
Ella sonrió e hizo un par de reverencias. Sin dejar de bailar, sirvió los huevos en un plato y moviendo el trasero, sacó el beicon y las patatas del horno. Con el plato lleno, se volvió al ritmo de la música y se encontró cara a cara con Pedro.
Dejó caer el plato.
Blasfemó para sí y observó el desastre que había en el suelo. Las perras se acercaron corriendo.
—¡Quietas! —ordenó ella.
—Las dejaré afuera hasta que limpiemos todo esto —dijo Pedro.
Paula buscó el recogedor y sacó una bayeta del armario.
—Siento haberte asustado —dijo Pedro.
—Esos huevos eran perfectos —se quejó mientras recogía.
—El baile era mucho mejor —dijo él con una sonrisa, y se agachó para ayudarla—. Puedo comer huevos todos los días.
—No como éstos —le enseñó la yema—. Eran una maravilla.
«Ella sí que es una maravilla», pensó Pedro mientras echaba un pedazo de plato roto a la basura. Había visto parte suficiente de su actuación como para saber que en su cocina nunca había sucedido nada tan emocionante. Había bailado muchas veces en la misma pista que Paula, sólo que él bailaba con Bárbara y ella con Benjamin. Por eso nunca se había fijado en el movimiento tentador de su trasero.
Olivia comenzó a llorar y él la miró.
—¿Qué le pasa a la pequeña?
—No lo sé. No puede tener hambre tan pronto. He mirado el horario. Pero he descubierto que si bailo deja de llorar. ¿Quieres hacer una ronda?
Él se rió.
—Sólo si tú cantas.
—No puedo cantar.
—Claro que puedes, sólo que lo haces muy mal.
Ella lo miró.
—¿Te estás metiendo con mi manera de cantar?
El suelo estaba hecho un desastre, el bebé estaba llorando y en lo único en lo que él podía pensar era en besar a Paula. Un mechón de cabello dorado le caía sobre el rostro. Sus ojos azules brillaban con expresión de reto... y de algo más potente que eso. Respiraba de manera acelerada, como si pudiera leer el mensaje que Pedro le transmitía con la mirada.
—Porque si vas a meterte con mi manera de cantar, será mejor que vayas a ver si Olivia tiene sucio el pañal. Es posible que sea eso lo que le pasa.
—Eh, puede que cantes muy mal, pero eres de las mejores en cuanto a bailar.
—Demasiado tarde —continuó limpiando—. Ahora ya no puedes salirte con la tuya, vaquero. Te toca cambiar pañales.
Él hizo una mueca y se puso en pie. Se dirigió al fregadero para lavarse las manos, confiando en que Olivia se callara entre tanto. Pero no fue así.
—Mientras la cambias prepararé más huevos.
—Podemos desayunar cereales.
—No, me apetecen huevos, y el beicon y las patatas ya están hechos.
—Entonces, deja que lo haga yo —sugirió él—. Seguro que no te apetece seguir cocinando.
—¿En lugar de cambiar un pañal? —lo miró y sonrió—. Puede que no sepa mucho de bebés; pero sé de qué temas debo mantenerme alejada.
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Ayyyyyyyyyyyyy, la química entre Pau y Pedro es un hecho jajaja. Muy buenos los 5 caps.
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