martes, 30 de octubre de 2018
CAPITULO FINAL (PRIMERA HISTORIA)
Pedro se sentía como si le faltara algo cuando salió de casa sin Olivia. Había esperado a que la niña se durmiera y confiaba en que Augusto no hiciera ninguna estupidez mientras él estaba fuera. Le había dejado dos biberones y las instrucciones por si necesitaba cualquier cosa.
Además, no tenía más opciones. Paula era su prioridad. Lo que tenía que decirle le resultaba demasiado difícil como para tener que preocuparse de Olivia al mismo tiempo.
Odiaba equivocarse, pero lo había hecho. Su plan de casarse con Jesica era ridículo y Paula lo había recibido como una puñalada en el corazón. Además, si se quedaba con Jesica, todos sufrirían. Incluida la pequeña.
Así que iba a buscar a Paula, confiando en que no fuera demasiado tarde.
Al ver que el coche de Paula estaba frente a la casa, se le aceleró el corazón. Al llamar al timbre un par de veces y ver que no obtenía respuesta decidió que Paula no estaba en casa.
Estaba seguro de que se había ido con Guadalupe y de que estaría llorando desconsolada sobre su hombro. Pedro no estaba dispuesto a hablar con ella delante de su amiga, pero tampoco quería irse a casa sin ver a Paula. Se subió a la camioneta y se dirigió al pueblo.
Al pasar por delante del Buckskin se fijó en que el coche de Guadalupe estaba aparcado en la puerta.
«Así que han venido a tomar una cerveza», pensó. Las imaginó en una mesa del fondo.
Paula estaría secándose las lágrimas con el pañuelo que le había dado Guadalupe. Él era un cretino por hacerla llorar de esa manera.
Entraría en el bar, esperaría a que tocaran una canción lenta y la sacaría a bailar. En la pista le pediría perdón y le diría que le compensaría durante el resto de su vida.
Nada más entrar imaginó la escena. La besaría para secarle las lágrimas y le prometería todo lo del mundo. El...
No haría nada parecido.
Paula estaba bailando en medio de un círculo de chicos y chicas que daban palmas y pataleaban contra el suelo. Además, no estaba sola... ¡Su pareja de baile era Claudio! Y lo peor, ¡se había puesto una minifalda! También se había rizado el cabello, se había maquillado y... Estaba muy sexy.
Pedro no pudo soportarlo y se abrió camino entre la multitud. Cuando llegó junto a Paula, la agarró del brazo. Claudio trató de retenerlo, pero al ver su mirada, decidió no intervenir.
Paula le dio una patada en la espinilla. La banda dejó de tocar y todo el mundo se puso a mirar.
—¿Cómo te atreves? —dijo ella, tratando de soltarse.
—¿Te importa salir conmigo un minuto? —preguntó él.
—¡No voy a salir! ¡Puedes decirme lo que tengas que decir aquí mismo!
Pedro odiaba tener que hablar delante de toda esa gente. Pero nunca había visto a Paula tan enfadada. Parecía dispuesta a darle otra patada, y quizá no en el mismo sitio...
—Suéltame, Pedro Alfonso, o te haré mucho daño.
Él tragó saliva. No tenía elección, si no, perdería a Paula.
—Te quiero, Paula —le dijo, pensando que así la convencería para que saliera a la calle.
No funcionó. Ella trató de soltarse de nuevo.
—¿Y qué? Yo también te quiero, pero si no piensas hacer nada al respecto, ¿por qué pierdes el tiempo contándomelo?
—Porque creo que deberíamos casarnos —le dijo delante de todo el mundo.
Ella se quedó quieta un instante y dejó de mirarlo con rabia por un segundo. Después, la rabia se apoderó otra vez de su mirada.
—Ya comprendo. Ha llamado Jesica ¿verdad? Pues no me gusta ser plato de segunda mesa, vaquero. Así que toma tu propuesta de matrimonio y ¡lárgate de aquí!
—Jesica no ha llamado. Es sólo que... —notó que toda la sala estaba en silencio y que era el centro de todas las miradas. Pero su futuro con Paula estaba en peligro—. Es sólo que me he equivocado en todo. Te quiero desde hace años, Paula, y no me había dado cuenta hasta hace tres semanas. Ya hemos perdido mucho tiempo, así que te agradecería si...
Ella se lanzó entre sus brazos y él la recibió con los ojos llenos de lágrimas. Y de amor.
—¿Desde hace años? —susurró ella con emoción.
—Años y años —murmuró él—. ¿Te casarás conmigo, Paula Chaves? —y esperó a escuchar las palabras más importantes de su vida.
Ella lo miró y contuvo las lágrimas.
—Sí, Pedro Alfonso, me casaré contigo.
Entonces, él la besó y Paula permitió que las lágrimas corrieran por sus mejillas.
Fin.
CAPITULO 34 (PRIMERA HISTORIA)
Guadalupe y Paula condujeron hasta Leaning C en silencio. Cuando Guadalupe detuvo el coche frente a la casa, se volvió para mirar a Paula.
—¿Estás bien?
Paula estaba convencida de que no se recuperaría jamás, pero harta de ser la pobrecilla Paula, respiró hondo y dijo:
—¿Hace cuánto tiempo que no vas a bailar?
Guadalupe aceptó la idea con entusiasmo y animó a Paula para que se vistiera con sus mejores galas. Después, fueron a casa de Guadalupe para peinarse y maquillarse. Así, cuando entraron en Buckskin, todos los hombres se fijaron en ella.
Paula no había estado allí desde que murió Benjamin, pero el sitio no había cambiado nada. La misma pista de baile, la misma iluminación y el mismo olor a cerveza.
—Estás estupenda —murmuró Guadalupe mientras se acomodaban en una mesa cerca de la pista—. Todavía tienen la lengua fuera.
—Es que han descubierto que tengo piernas. No puedo creer que me hayas cortado la mejor falda que tenía. Apenas cubre lo imprescindible.
—Ésa es la idea. Quizá pasen mucho rato mirándote las piernas, pero también se fijarán en cómo te he maquillado.
—Creo que te has pasado.
—Te aseguro que estás preciosa.
—Me siento rara con éste peinado. Es como si tuviera mucho pelo.
—También te queda muy bien. Voy a enseñarte cómo se utilizan las tenazas para que puedas peinarte sola. Los cabellos cómo el tuyo necesitan volumen.
—Llevas años deseando peinarme y maquillarme, ¿a que sí?
—Sí.
—Gracias, Guadalupe. Por tratar de que me olvide de... Bueno, ya sabes.
—Lo sé —miró a una pareja de vaqueros que se acercaba a la mesa—. Me temo que hay alguien dispuesto a ayudarme en ello.
Paula se puso tensa. Se había sentido bien con el hecho de que todos los hombres la miraran, pero no estaba segura de cómo se sentiría si alguno de ellos la tocara. Había ido allí a divertirse y no podía echarse atrás.
Se volvió hacia los hombres y vio que uno de ellos era Claudio. Hizo un esfuerzo y lo recibió con una amplia sonrisa. Era el momento de continuar con su vida
CAPITULO 33 (PRIMERA HISTORIA)
—¡Eres idiota! —Augusto se volvió hacia Pedro en cuanto Paula cerró la puerta—. ¡Esa mujer está enamorada de tí!
—Lo sé —dijo Pedro.
—Y, a menos que me equivoque, tú sientes lo mismo por ella.
Pedro asintió.
—Me temo que he estado enamorado de Paula Chaves desde hace diez años. Sólo que no lo he sabido hasta hace tres semanas.
—Y ahora que lo pienso, ella siempre ha estado pendiente de ti. Lo único es que antes no me había fijado. Entonces, ¿cómo es que has permitido que se vaya con esa cara de agonía?
Olivia comenzó a patalear y Pedro se dirigió hacia la cocina.
—Hay que darle el biberón a este bebé.
—Se lo daremos, Pedro, pero no voy a dejar el tema —Augusto lo siguió a la cocina—. Paula no sólo es mi jefa, es una mujer encantadora. Eres un hombre afortunado, y parece que no te das cuenta.
—Sí me doy cuenta —Pedro sentó a la pequeña en la sillita y la ató—. Paula es la desafortunada al haberse fijado en mí.
—Desde luego, si ésta es la manera en que vas a tratarla.
—¿Qué puedo hacer? Si soy el padre de Olivia, debería casarme con Jesica — pero no estaba seguro de cómo conseguiría hacerlo, aunque fuera lo apropiado.
—Eso sí que no tiene sentido.
—Quizá para tí no, pero es la única solución que se me ocurre.
—Pobrecito —dijo Augusto—. Y cambiando un poco de tema, ¿por qué has atado a la pequeña? Está claro que no le gusta.
Pedro se encogió de hombros. Se sentía mal porque había herido a Paula, la última persona del mundo a la que quería hacer daño.
—Tengo que dejarla en algún lugar seguro mientras le preparo el biberón.
—Al diablo con eso —Augusto tomó a la pequeña en brazos—. ¿Me concedes éste baile, pequeña? ¿Encantada? Así es como me gustan mis mujeres, encantadas —comenzó a moverse por la cocina.
Pedro se volvió con el biberón en la mano.
—Eh, Fred Astaire, estoy preparado.
—Oli y yo nos estamos divirtiendo. Deja que termine esta canción.
—Date prisa, Augusto. No tengo tiempo para esperar a que termines la canción.
Augusto se detuvo y miró a Pedro fijamente.
—¿Qué tal se siente uno siendo un mártir? ¿Disfrutas haciendo que todo el mundo se sienta mal?
Pedro sintió que lo invadía la rabia.
—Si no tuvieras a la niña en brazos...
—Pero la tengo. Y puesto que Olivia me protege para que no me rompas la mandíbula, aprovecharé para decirte que me apuesto lo que quieras a que tú no eres el padre. Y aunque lo seas, Jesy y tú no estáis hechos para estar juntos. Puede que quieras sacrificarte por la causa, pero espero que ella tenga más sentido común.
—Ella querrá lo mejor para Olivia.
—¿Y eso significa casarse contigo y vivir en Rocking A?
Pedro se percató de que todavía no había pensado en detalles.
—Porque te conozco, Pedro, y estás atado a estas tierras. Jesica no es una mujer de campo y lo sabes.
—Quizá acabe gustándole —insistió Pedro.
—Eso sí que es buena idea. ¿Igual que a Bárbara?
—Está bien, entonces...
—No me digas que venderás el rancho. Nicolas lleva años intentando que lo hagas, cada vez que encuentra un cliente, y todos sabemos que nunca sucederá. Así que tenemos a Jesy, que no le gusta el campo, y a Paula, quien vive muy cerca de tí, porque está igual de atada a estas tierras que tú.
Pedro sabía que eso era cierto porque Paula siempre decía que quería que la enterraran en su jardín.
—¿No crees que Jesy se daría cuenta de que estás enamorado de la vecina? Y si quieres a Paula y no haces nada al respecto, te convertirás en un amargado y será un infierno convivir contigo. ¡Menudo ambiente va a tener esta criatura!
Pedro sabía que su amigo tenía razón, pero le costaba admitirlo.
—¡Me gustaría saber por qué te consideras un experto en el tema de los niños!
—No lo soy. Pero conozco a las mujeres. Y conozco a Paula. Sus sentimientos son muy intensos. Si no arreglas esta situación pronto, se estropeará para siempre. Y si eso sucede, tienes muchas probabilidades de quedarte solo para siempre, vaquero
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