lunes, 5 de noviembre de 2018

CAPITULO 20 (SEGUNDA HISTORIA)




Era irresistible.


Paula no pudo evitar acercarse a él para besarlo. Apenas había rozado sus labios antes de que él la agarrara por los hombros y la retirara.


—Eh —dijo él, con la respiración acelerada—. Cuidado. Sé que estás contenta por todo esto. Yo también, pero...


—Me siento agradecida —dijo ella.


—Sí, yo también. Pero la cosa es que ahora mismo no puedo mantener el control.


—Estoy muy agradecida —estaba desesperada por estar cerca de él e intentó dar un paso hacia delante.


Él la agarró con más fuerza para impedírselo.


—Lo sé. Yo también, pero si me besas, pasarán cosas.


—Sí —imaginó cómo serían sus caricias.


—Maldita sea, Paula, esto no es un juego.


—No.


—Quieres que...


—Sí.


—¿Por qué?


Ella temblaba de deseo.


—Te lo he dicho. Estoy agradecida. Agradecida por que un hombre tan bueno esté en mi cocina.


—No soy un hombre bueno. Tenías razón. Utilizo el placer para conseguir que las mujeres acepten mis reglas. No es justo.


—Me darás más que placer.


—No puedo...


—Sí. Y no te pediré promesas, pero sé quién eres, Pedro. Sé lo que deseas.


—No lo sabes. No hagas esto. Sufrirás.


—Después de verte con Oli esta noche, estoy dispuesta a correr el riesgo —le sujetó el rostro—. Ven a la cama conmigo —le susurró.


Su cuerpo reaccionó mientras permanecía allí de pie, con los ojos cerrados y la cabeza agachada. Por fin, le soltó los hombros y le agarró las manos, llevándoselas a la boca para besarlas.


Abrió los ojos y dijo:
—No. No puedo creer lo que estoy diciendo, pero no —le apretó las manos y dio un paso atrás.


Paula se quedó sin respiración de puro dolor.


—¿Por qué?


—Porque me importas demasiado.


Al ver el brillo de su mirada, Paula supo que le estaba diciendo la verdad, una verdad que le daba esperanzas y borraba el dolor.


—Ya veo.


Él se dirigió hacia la puerta del pasillo.


—Es lo mejor.


—Puede que sí —apretó los labios para evitar sonreír.


—Iré arriba.


Ella asintió.


—Estás... ¿Estás bien?


Ella asintió de nuevo.


—Bien. Decepcionada, pero seguro que lo superaré.


—Bien —se volvió y se dirigió al piso de arriba.


Paula se metió en su habitación. Una ducha rápida, un poco de crema, un poco de colonia en puntos estratégicos y estaría preparada. Una bata de seda roja que se deslizara sobre sus hombros y le llegara hasta los pies le daría la imagen que estaba buscando. Después, buscó los preservativos que se había olvidado un huésped y los guardó en el bolsillo de la bata.


Apagó las luces y se encaminó arriba.


CAPITULO 19 (SEGUNDA HISTORIA)



«Si tuviera sentido común, me quedaría arriba», pensó Pedro. Podía tumbarse en la cama y descansar un poco. Pero descansar no era posible con Paula en la misma casa.


Y en aquel momento, hacer el amor con ella era lo único que merecía la pena en el mundo. Él se preguntaba si todos los padres reaccionaban igual después de una noche de preocupación por sus hijos. Debía de ser muy agradable abrazarse y celebrar que habían superado la crisis.


Pedro creía que la habían superado. Por primera vez desde el día anterior, Olivia ya no tenía las mejillas coloradas. Permaneció junto a la cuna escuchando la respiración de la pequeña y sintió cómo se aflojaba el nudo que tenía en la garganta. Ella estaba mejor. Mucho mejor.


Salió de la habitación y se dirigió al piso de abajo.Paula estaba junto a los fogones y removía el chocolate en una olla.


—Oli está mejor —dijo él—. Estoy seguro de ello.


Paula apagó el fuego y se volvió con una sonrisa.


Al verla sonreír, le dio un vuelco el corazón. La deseaba tanto que se sentía mareado. Sin atreverse a decir nada, esperó a que se le pasara. Quizá les había hecho daño a otras mujeres, como le había dicho Paula, pero desde luego no le haría daño a ella.


Paula se acercó a él y apoyó las manos sobre su pecho.


—Paula, creo sería mejor que no...


—Yo no —le rodeó el cuello y lo besó.




CAPITULO 18 (SEGUNDA HISTORIA)





A cada paso que daba alejándose de Pedro, Paula estaba más convencida de que haría el amor con él. Era afortunada por tener a un hombre maravilloso en su casa y sería una estúpida si rechazara la oportunidad que él le ofrecía.


Él le había dicho que no podía ofrecerle nada más que placer. Ella ya no lo creía. Aquella noche había visto su capacidad de amar. Si podía entregarse a una niña, podría hacer lo mismo con la mujer adecuada.


Paula creía que ella era la mujer adecuada. A menudo, la gente daba a otros lo que ellos deseaban para sí mismos. Como ella había estado con Pedro durante esa desgarradora crisis con el bebé, conocía una parte de él que otras mujeres no conocían. Ella sabía lo que él anhelaba, aunque ni siquiera lo supiera él mismo.


Preparó el chocolate caliente y esperó.