miércoles, 7 de noviembre de 2018
CAPITULO 27 (SEGUNDA HISTORIA)
Pedro nunca había pensado mucho en el cielo y en el infierno, pero acababa de descubrir lo que era cada cosa. El cielo era como el tiempo que había pasado en la cama con Paula después de que Oli se recuperara del catarro. Pero los últimos cuatro días con su madre en casa habían sido el infierno.
Ella había decidido que él era una especie de demonio del sexo que hechizaba a las mujeres y retozaba con ellas. Excepto que mientras ella estuviera presente lo de retozar había terminado. Se negaba a perderlo de vista y no hacía más que buscarle cosas que hacer. Como acercarla a la tienda para comprar alguna cosa, o llevarla de excursión. Se negaba a ir ella sola.
Pedro tenía que ir siempre a su lado.
Y Paula no dejaba de animarlo para que complaciera a su madre, porque así habría más posibilidades de que se decidiera a mudarse a Colorado. Pero Pedro estaba tan desesperado por hacer el amor con Paula, que incluso había pensado en citarla en el jardín a mitad de noche.
No estaba seguro de si Paula aceptaría un plan como ése. Ella creía que no debían engañar a su madre, y que debían cumplir la promesa de no hacer nada mientras ella estuviera en la casa.
Lo único bueno era que parecía que Nora se había encariñado con Oli. Y también que parecía interesada en todos los proyectos que Paula tenía para la casa. Ese día, Paula estaba enseñándole cómo utilizar el telar y Pedro no quería entrometerse, así que había decidido ir a Rocking D para ayudar a Sebastian a reparar las vallas antes de que llevaran el ganado.
Le gustaba montar a caballo junto a Sebastian y, si el asunto de su madre no estuviera volviéndolo loco, estaría deseando que llegara el verano.
—No puedo esperar a que Olivia tenga edad para montar —dijo Sebastian mientras trotaban a lo largo de la valla de la zona sur.
—Yo tampoco. En cuanto pueda sentarse por sí sola, la colocaré delante de mí y le daré un paseo por el picadero —a Pedro le encantaba la idea de hacerlo, y que Paula los estuviera mirando. Suspiró. Sólo había un problema. Su madre.
Sebastian lo miró.
—Por la cara que tienes, me parece que estás pensando en la situación con tu madre.
—Sí.
—Paula acabará ganándosela. No abandones todavía.
Pedro negó con la cabeza.
—Conozco a mi madre. No habrá manera de que acepte vivir en la casa de otra mujer y convertirse en la segunda durante el resto de su vida. No. Paula la está haciendo sentir como si ella estuviera al mando de nuestras vidas, pero eso no podrá continuar si decide venir a vivir con nosotros. No, al final se negará a colaborar. Sé que pasará.
—Creo que menosprecias a Paula. Yo... —Sebastian se calló cuando sonó su teléfono móvil.
Pedro se sobresaltó.
—Siempre que oigo esa maldita cosa creo que es una serpiente de cascabel.
—Lo sé —Sebastian sacó el teléfono de la alforja—. Pero Maria ha de tener manera de contactar conmigo si se queda sola con el bebé. Y está el tema de Jesica —apretó un botón y contestó—. ¿Diga?
Pedro animó al caballo para que trotara más rápido y dejar a Sebastian con un poco de intimidad. A los pocos minutos, Sebastian llamó a Pedro.
—¿Qué te parecería pasar un rato con Paula?
Pedro se volvió hacia él.
—¿Te refieres a un rato de calidad?
Sebastian le guiñó un ojo.
—A eso mismo, vaquero.
—¿Pero cómo? Mi madre...
—Maria siente lástima por vosotros y ha ideado un plan. ¿Estás dispuesto?
—Por supuesto —contestó Pedro con una carcajada.
—Lo suponía —Sebastian volvió a ponerse el teléfono en la oreja—. Está dispuesto. Sí. Estoy seguro de que siempre te estará agradecido. Yo también te quiero. Adiós —colgó y guardó el teléfono en la alforja.
—¿Cómo lo va a hacer? —preguntó Pedro.
—Llamará a Chaves House y le pedirá ayuda a Paula y a Nora. Les dirá que necesita que Paula la acompañe al taller para dejar su camioneta y que después tiene que ir a comprar lana y necesita consejo. Podría llevarse a Olivia, pero últimamente está un poco inquieta, probablemente porque le está saliendo un diente, así que le pedirá a Nora que cuide de ella.
Pedro miró a Sebastian.
—Pero no es cierto que quiera que Paula la acompañe al taller, ¿verdad?
Sebastian sonrió.
—Sabía que eras un hombre inteligente.
—Maldita sea. ¿Cuánto tiempo he de esperar antes de regresar a casa?
—Maria dice que le des una hora para ponerlo todo en marcha. Si encuentra algún problema, nos llamará, pero dice que ha visto cómo mira Nora a la pequeña y sabe que está deseando quedarse con la niña a solas. Probablemente le haga tanta ilusión que no sospechará nada.
—¿Maria va a contarle el plan a Paula? Porque Paula ha insistido mucho en que seamos buenos. Ya sabes, no quiere que mi madre se enfade.
—Sí. Maria cree que Paula pondrá alguna objeción al principio, así que no le dirá nada hasta que dejen a Nora en el rancho con el bebé y vayan al taller. Después, le dirá a Paula que vaya a casa corriendo porque hay un vaquero esperándola. Para entonces, cree que Paula aceptará el plan.
Pedro no podía dejar de sonreír.
—¿Te he dicho alguna vez que te has casado con una mujer estupenda?
—Un par de veces. Ahora date prisa. Tenemos que arreglar todas las vallas que podamos antes de que te vayas. Tanto romanticismo se está cargando el trabajo del rancho.
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