jueves, 15 de noviembre de 2018

CAPITULO 20 (TERCERA HISTORIA)





Paula se fijó en que el interior de la casa también era muy acogedor. Maria los acompañó al baño y después sirvió algo de beber para todos.


El pollo que había en el horno tenía un olor estupendo. «Así que esto es lo que se siente en un hogar de verdad», pensó Paula, comparándolo con la casa de sus padres en San Antonio.


Se fijó en que había luz en una de las habitaciones del final del pasillo. Se oía el balbuceo de un bebé y el murmullo de una mujer. «Jesica», pensó con un nudo en el estómago.


Entró en el baño con Julian y cerró la puerta. 


Respiró hondo. De pronto, aquella casa ya no le parecía perfecta. Sentía ganas de llorar. Durante unos minutos se había imaginado formando parte de la vida de Pedro y le había encantado la idea. Pero si Jesica estaba allí, Pedro ya no tendría tiempo para ella.


—¿Paula? —Julian la miró. Ella miró al niño y recordó cuál era su prioridad.


—Parece que hayas estado corriendo — dijo Julian.


—Es por la altitud —dijo ella—. En la montaña estamos más altos que en San Antonio. Hay menos oxígeno y eso hace que cuéste respirar.


—¿Qué es eso?


—Algo que hay en el aire. Vamos, Julian, será mejor que terminemos de una vez —se acercó al retrete y levantó la tapa.


—Es de madera, Paula.


—Sí —empezó a bajarle los pantalones.


—Yo solo —dijo él—. Pedro me ha enseñado a sacarme la colita. No tengo que bajarme los pantalones. Tienen un agujero, ¿lo ves?


—Muy bien —tragó saliva. ¿Cuánto tiempo estaría Pedro disponible para enseñarle cosas a Julian? Quizá el final estuviera a punto de llegar.




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