viernes, 7 de diciembre de 2018
CAPITULO 22 (CUARTA HISTORIA)
Muchas horas después, Pedro tomó la carretera que llevaba al Rocking D. Hacía mucho tiempo que se había puesto el sol. Cuanto más se acercaban al rancho, más nervioso se ponía.
Mientras estaba al otro lado del océano, se había imaginado muchas veces que el reencuentro con sus amigos sería una bienvenida a casa, pero el anuncio que había hecho Paula había cambiado todo aquello. Él necesitaba desesperadamente la sensación de seguridad que le proporcionaba hacer el amor con ella, pero se veía privado de aquello también.
Su decisión de que no hicieran más el amor era muy poco firme, y los dos lo sabían, pero por orgullo, Pedro no estaba dispuesto a pedirle que lo reconsiderara. No tenía totalmente claro qué era lo que tenía que ocurrir antes de que él pudiera llevársela a la cama de nuevo, pero se imaginaba que dependía sobre todo de su actitud hacia Olivia.
Y una proposición de matrimonio seguramente allanaría el camino, también.
Paula se quedaría asombrada si supiera cuántas veces había pensado en pedirle que se casara con él, y lo cerca que había estado de hacerlo hasta que había sabido lo del bebé. En algún momento, mientras sobrevolaba el Atlántico, había planeado pedirle que se casaran y sugerirle que adoptaran a uno de aquellos huérfanos como primer paso.
Aquel proceso les llevaría algún tiempo, tiempo que él necesitaba a toda costa para adaptarse a la idea de ser padre. Si conseguía hacerlo bien con un niño huérfano, entonces podría pensar en tener un hijo biológico. Había pensado cuidadosamente en los términos de aquel compromiso y creía que podría cumplirlo.
Sin embargo, cuando había conocido la existencia de Olivia, todo se había desmoronado.
Él no estaba preparado. No sabía si lo estaría algún día y no podía permitirse el lujo de pasar más tiempo averiguándolo. Era como si le hubieran dicho que tenía que hacer un examen que sabía que iba a suspender de antemano.
Peor aún, fracasaría ante sus tres mejores amigos, unos hombres cuyo respeto deseaba.
Ellos le llevaban ventaja en aquel asunto de los bebés. Durante el tiempo que había pasado trabajando en el campo de refugiados, se había mantenido alejado de los más pequeños, dejándoselos a las voluntarias, y se había concentrado en los que andaban y hablaban.
La vulnerabilidad de un bebé lo aterrorizaba.
Sabía perfectamente que si su madre no hubiera estado con él durante los tres primeros años de su vida, su padre lo habría matado por algo tan inocente como llorar. Luego había conseguido otros dos años de ventaja mientras su padre ahogaba las penas en la botella.
Para cuando Hernan Alfonso había mirado a su alrededor y se había dado cuenta de que tenía un hijo en el que descargar su rabia y su frustración, Pedro era lo suficientemente mayor como para correr y esconderse la mayoría de las veces. Un niño espabilado podía evitar gran parte del maltrato, pero un bebé no podía defenderse en absoluto.
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