sábado, 10 de noviembre de 2018

CAPITULO 2 (TERCERA HISTORIA)





Cuando Paula Chaves se encontró con el control policial sintió que el pánico se apoderaba de ella. Estaba convencida de que Mario Fowler la había denunciado a la policía. Pero no, el control se debía al mal estado de la carretera. El policía quería que ella regresara en sentido contrario.


Pero eso significaba correr el riesgo de encontrarse con Mario, quien en aquellos momentos estaría hecho una furia.


—No lo comprende —le dijo al policía que estaba junto a su coche—. He de continuar. ¡La carretera no puede estar tan mal!


—Me temo que sí, señorita. No querrá correr riesgos con éste coche —se acercó y miró por la ventanilla—. Y seguro que tampoco quiere poner en peligro al niño que lleva detrás. ¿Te gusta Spurs, hijo?


—Sí —contestó Julian—. Y a Bob también.


Paula miró a Julian. El pequeño lucía con orgullo un jersey de San Antonio Spurs. Debería haberlo vestido con algo más discreto, pero era el jersey preferido del niño. Y por supuesto, no debía arriesgarse a quedarse atrapada en la nieve con el pequeño Julian. ¿En qué estaba pensando?


El niño miró al agente con fascinación.


—¿Lleva pistola? —le preguntó.


—Sí, llevo pistola —contestó el agente.


—Mi papá tiene una pistola —dijo Julian.


Paula sintió un nudo en el estómago. No dudaba de que Mario tuviera una pistola, pero la idea de que Julian tuviera contacto con el arma la aterrorizaba.


—¿Cómo lo sabes, cariño?


—Me la enseñó.


Paula cerró los ojos un instante. Si necesitaba más motivos para mantener a aquella criatura alejada de Mario, ya había encontrado uno más. Una pistola y un niño de tres años. Se estremeció.


—Espero que tu padre mantenga el arma alejada de ti —dijo el agente—. Las armas no son juguetes.


—El agente tiene razón, Julian —dijo Paula—. Nunca toques una pistola —miró otra vez al agente—. Quiero darle las gracias por evitar que hiciera una tontería. Hace un momento no pensaba con claridad. Intentar seguir adelante habría sido un suicidio.


—Bob y yo no habíamos visto la nieve nunca —dijo Julian.


El agente miró dentro del coche.


—¿Tienes un perro que se llama Bob?


—No —dijo Paula—. Bob es un amigo muy especial, y tiene mucho talento. Es capaz de volverse invisible.


—Ah —dijo el agente, y miró a Paula—. Hay un hostal y un café a unas tres millas hacia atrás. Quizá puedan esperar allí.


Paula no recordaba haberlo visto, pero le parecía mejor idea que conducir hasta Santa Fe.


—¿Cuánto cree que tardarán en abrir la carretera?


—Difícil de saber, señorita. Si yo fuera usted, intentaría conseguir una habitación para pasar la noche. No son nada especial, pero están limpias.


Paula respiró hondo. No estaba segura de que Mario la estuviera siguiendo, pero le daba la sensación de que así era. Lo único que él tenía que hacer era preguntarle al conserje del edificio donde vivía Paula, adonde se habían ido. El hombre había entrado en el edificio en el momento en que Julian y ella salían por la puerta y Julian le había contado que iban a Yellowstone a montar a caballo. Paula se había olvidado de decirle al niño que era un secreto.


—De acuerdo —dijo Paula, al darse cuenta de que no tenía muchas opciones—. Lo intentaremos. Y gracias otra vez.


—De nada. Sólo cumplo con mi trabajo, señorita. Adiós, pequeño.


—Adiós, señor policía.


Paula sonrió al policía antes de subir la ventana. Después hizo un cambio de sentido, y se alegró al ver que no se acercaba ningún coche en sentido contrario.


Tres días antes, Mario la había llamado para decirle que al día siguiente, iría a recoger a Julian para llevarlo al zoo. Hubo algo en su manera de hablar que hizo que Paula se diera cuenta de que tramaba algo. Llevaba semanas advirtiéndole que si el juez no le otorgaba la custodia del pequeño, se llevaría a Julian.


Cuanto más pensaba en el tono arrogante de su voz, más se convencía de que si se llevaba a Julian, no se lo devolvería. Así que alquilo un coche, recogió algo de ropa para el niño y para ella, y se marcharon de la ciudad.


—¿Adonde vamos, Paula? —preguntó Julian—. ¿Volvemos a casa?


—No, a casa no, Julian. Pero no podemos continuar porque hay mucha nieve en la carretera. Pasaremos la noche en un hostal y trataremos de continuar el viaje mañana, ¿de acuerdo?


—De acuerdo, pero ¿cuándo vamos a llegar a Yellowstone? Bob quiere ver «geezers».


—Geiseres, Julian.


—Sí, eso. Y vamos a montar a caballo, ¿verdad?


—Ése era el plan.


—Bob sabe montar muy bien a caballo. Va a enseñarme.


—Qué bien que Bob sepa tantas cosas, ¿verdad? —dijo Paula.


—Bob sabe todo esto —dijo el niño, y abrió los brazos—. Un montón —miró a Paula—. ¿A que sí, Paula?


Paula sonrió. Por muy difícil que se pusiera la vida, siempre obtendría fuerzas del pequeño que estaba sentado en el asiento de atrás. Era invencible.


—Sí. Bob es increíble.


Julian asintió.


—Increíble. ¿Cuándo vamos a ver los «geezers»?


—Primero tenemos que llegar a Colorado y después ir casi hasta Wyoming. Pero antes tenemos que atravesar esta montaña, y no podremos hacerlo hasta mañana por la mañana.


—¿Te acuerdas de esa canción sobre una montaña? ¿La que cantamos en el colegio?


—Claro. ¿Quieres cantarla?


—Sí —Julian empezó a entonar la pieza.


Paula lo acompañó y lo ayudó con las partes que no recordaba. Adoraba a ese niño, y hacía tiempo que había empezado a considerarlo como si fuera hijo suyo. Incluso se parecía a ella, con el cabello rubio y los ojos azules. 


Patricia nunca había tenido tiempo para él, y menos después de divorciarse de Mario.


Y durante la ruptura del matrimonio de Patricia, los padres de Paula habían estado tan preocupados por su hija favorita que no habían tenido tiempo de preocuparse por Julian. Y tiempo después, habían fallecido los tres. Su hermana, su padre y su madre.


Paula sintió un nudo en la garganta y notó cómo el dolor invadía su corazón. Era la señal de que debía poner freno a sus sentimientos, y rápido. 


Desde que el accidente de barco se llevó a sus padres y a Patricia, Paula había conseguido mantener un fuerte control sobre sus emociones. 


Tenía que pensar en Julian.




No hay comentarios:

Publicar un comentario