sábado, 10 de noviembre de 2018
CAPITULO 1 (TERCERA HISTORIA)
Nevaba.
Pedro Alfonso suspiró y puso el limpiaparabrisas en marcha. No había imaginado que se encontraría con una tormenta de nieve durante el trayecto a Ratón Pass, ¡Maldita sea!. El mes de junio estaba a punto de llegar y en esa época no solía nevar. Pero ése era el tipo de suerte que él corría últimamente.
Y no parecía una tormenta pequeña. Su camioneta empezaba a perder tracción en las curvas heladas de la carretera.
Pedro estaba ansioso por llegar a Rocking D para ver al bebé. Su bebé. La idea de tener una hija hacía que se sintiera confuso. No podía creer que fuera cierto, y ver al bebé lo ayudaría a creerlo.
Pero un agente de policía estaba dispuesto a truncar sus planes.
Pedro bajó la ventanilla y sintió la nieve golpeando en sus mejillas. Se levantó el ala del sombrero para mirar al policía a los ojos.
—Me temo que tendrá que dar la vuelta, caballero —dijo el agente—. La carretera está en muy malas condiciones y está empeorando por momentos.
—Mi auto tiene tracción a las cuatro ruedas —dijo Pedro—. Y he recorrido esta carretera miles de veces. Tengo que llegar a Colorado ahora mismo.
—Lo comprendo, pero no podrá continuar hasta que pase la tormenta y la máquina limpie el camino. Con suerte, mañana por la mañana estará abierta la carretera.
—¡Diablos!.
—Hay un pequeño hostal unas tres millas más atrás —añadió el agente.
Pedro, conocía aquel lugar. Había parado allí algunas veces para tomar café, pero nunca se había hospedado en el hostal. Recordaba que no era un sitio muy grande y que debía de tener unas diez o doce habitaciones.
—¿A cuánta gente ha enviado allí?
—A algunas personas. Pero la mayoría irá a dormir a Santa Fe. El hostal está limpio, pero no es el Plaza —miró a Pedro—. Tengo que pedirle que retire el vehículo. Hay otro coche detrás.
Pedro miró por el retrovisor y vio un coche blanco entre los copos de nieve. Maniobró para dar la vuelta y colocarse en el carril contrario.
Cuando se disponía a subir la ventanilla se fijó en la persona que conducía el otro coche. Era una mujer joven y rubia. Nada más verla pensó en lo vulnerable que habría sido aquella chica si el agente no hubiera estado allí para detener a los coches que circulaban por la carretera.
Oyó cómo discutía con el agente y supo que sin duda, si no hubieran puesto un control, la chica habría acabado en la cuneta.
Piso el acelerador y se dirigió al hostal.
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