martes, 13 de noviembre de 2018
CAPITULO 11 (TERCERA HISTORIA)
Pedro tenía las botas puestas y la camisa abrochada en menos de un minuto.
—Iré a por el desayuno —dijo poniéndose el sombrero.
No se atrevía a mirar a Paula.
¡Maldita sea! ¿Cómo había podido terminar pegado a su trasero y con una mano cubriéndole el pecho? ¿Qué había pasado con el niño que se suponía iba a dormir entre ellos? ¿Quién le había dicho que podía salir de la cama?
Además, Pedro, se había asignado a sí mismo el trabajo de guardián de la mujer y del niño, y ni siquiera se había dado cuenta de que el pequeño se bajaba de la cama. Pedro había prometido estar alerta. ¡Menudo guardián estaba hecho!
De camino al café oyó que las máquinas quitanieves estaban trabajando para despejar la carretera. La mayoría de los coches que había en el aparcamiento la noche anterior ya se habían marchado. Había salido el sol y Pedro calculaba que debían de ser las nueve. Tarde. Fowler debía de estar de camino a Colorado Springs.
Pedro todavía tenía el rostro caliente de pura vergüenza. Se agachó y agarró un puñado de nieve para ponérsela sobre las mejillas. Solía creer que no podía fiarse de sí mismo cuando bebía, pero al parecer, tampoco podía fiarse de sí mismo cuando dormía.
Había tenido un sueño salvaje con Paula, y debía haberse inspirado gracias a que la estaba acariciando en sueños. Se preguntaba cuánto tiempo habría estado haciéndolo, cuánto rato habrá estado ella tratando de escapar de sus caricias, intentando no montar un numerito delante de Julian.
Desde luego, necesitaba disculparse, pero no podía hacerlo con el pequeño delante.
Pedro se preguntó qué pensaría Paula en aquellos momentos. Quizá ya no quisiera ir con él al Rocking D.
Y él no poda obligarla, pero al menos, podía asegurarse de que Fowler se hubiera marchado y después, seguirla con su coche hasta que atravesara el puerto de montaña. ¡Qué diablos!
Lo que quería era que fuera con él para asegurarse de que no se encontraría con Fowler. Tenía que convencerla de algún modo de que no volverá a ponerle la mano encima.
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