martes, 13 de noviembre de 2018
CAPITULO 10 (TERCERA HISTORIA)
Brrroom, brrroom. Piiip, piiip...
Paula se despertó con el ruido habitual de Julian jugando con sus camiones en el suelo de la habitación, pero con la extraña sensación de estar acurrucada contra el cuerpo excitado de un hombre profundamente dormido.
El miembro erecto de Pedro rozaba su trasero y la mano que tenía sobre su cuerpo le cubría un seno. La sensación era maravillosa.
La luz del día se filtraba por las cortinas de la habitación y el reloj de la habitación parpadeaba. La calefacción se había encendido de nuevo y la habitación estaba caliente.
«Pedro se avergonzaría si supiera lo que está haciendo», pensó ella con una media sonrisa. Al parecer, ambos estaban tan cansados que no se habían despertado cuando Julian bajó de la cama. Simplemente, habían cambiado de postura.
A Paula le gustaba aquella postura. Pero tenía que salir de debajo del brazo de Pedro antes de que él se diera cuenta de lo lejos que había llegado. Decidió cerrar los ojos y disfrutar un poco más de aquella fantasía.
Nunca había admitido tener un hombre de sus sueños, pero durante el viaje familiar que hicieron a Yellowstone cuando era pequeña, se alejó de la cabaña y se perdió. La encontró un vaquero a caballo y la llevó, asustada, junto a su familia. Quizá no fuera un hombre muy grande, pero a los siete años, a ella se lo parecía. Y a lo mejor ése era el motivo por el que nunca se había enamorado lo suficiente como para pensar en el matrimonio. Quizá, siempre había confiado en encontrar a su vaquero otra vez.
Sabía que, si Julian no hubiese estado en la habitación, se habría hecho la dormida hasta que el vaquero despertara para ver qué sucedía.
Sospechaba que era un hombre de los que se entregaban de verdad, y tenía aspecto de ser un gran amante. La idea de Pedro apasionado hizo que se excitara aún más y se le acelerara el corazón.
Notó cómo se le endurecía el pezón que él cubría con su mano. Tenía que salir de allí antes de que ambos se avergonzaran de lo sucedido.
Se movió despacio y agarró el brazo de Pedro por la muñeca. Era como intentar levantar a un árbol caído.
Pedro no movió el brazo, pero sus dedos se doblaron hacia su pecho.
Ella cerró los ojos y se estremeció. Su caricia era maravillosa. Había estado tan centrada en Julian desde que él nació, que hacía mucho tiempo que no estaba en la cama con un hombre. El chico con el que salía cuando Julian nació no estaba interesado en él y no comprendía por qué se sentía tan responsable hacia su sobrino. Después de terminar con aquella relación, no se había molestado en tratar de cultivar otra.
En diferentes circunstancias no le habría importado cultivar aquélla. Pero no podía liarse con Pedro cuando necesitaba toda la energía para mantener a Julian a salvo. Agarró de nuevo a Pedro por la muñeca y trató de levantarle el brazo.
No lo consiguió. Él susurró su nombre y la abrazó con más fuerza, presionando el miembro contra su trasero. Paula se preguntó si se estaría haciendo el dormido y se le aceleró el pulso. Pero no, sus suaves ronquidos indicaban que estaba dormido de verdad. Al menos el nombre que había pronunciado era el suyo.
Como no conseguía retirarle el brazo, decidió que tendría que despertarlo.
—Pedro. Despierta.
Julian se puso en pie y se acercó a la cama.
—Me he despertado.
—Ya veo —se alegraba de que las mantas cubrieran el hecho de que Pedro tuviera la mano sobre su pecho, aunque Julian no pensaría nada al respecto. Después de todo, un niño de tres años no sabía nada acerca del sexo.
—He ido al baño y he jugado con mis camiones.
—Muy bien. Eres muy mayor. ¡Pedro! ¿A que Julian es muy mayor?
—¿Qué? —Pedrose despertó de golpe, le soltó el pecho como si lo quemara en la mano y se movió al otro extremo de la cama con rapidez.
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