jueves, 25 de octubre de 2018
CAPITULO 19 (PRIMERA HISTORIA)
Paula se alegró cuando se detuvieron frente al único centro comercial que había en Huérfano.
Estar dentro del coche con Pedro empezaba a resultarle agobiante.
Miró hacia el aparcamiento y reconoció el coche de Guadalupe Hawthorne.
—Guadalupe está aquí —dijo con placer—. Seguro que ha venido a por lana para una nueva idea.
Guadalupe y Paula tejían por afición y eso había hecho que desarrollaran una gran amistad.
—No sé si es tan bueno que ella esté aquí —Pedro apagó el motor—. Confiaba en probar nuestra historia con alguien a quien no conociéramos tan bien. Guadalupe no quedará satisfecha con esa historia tan pobre que quieres que cuente.
—Lo hará si se lo pedimos. Olivia no será un misterio para siempre y una vez que sepamos la verdad, podemos contársela a Guadalupe enseguida.
—Si tú lo dices... —abrió la puerta y entró el aire frío. La cerró de nuevo y miró a Paula—. ¿Te importa hablar tú con Guadalupe?
—Está bien —dijo ella al ver que él estaba nervioso.
—Gracias —suspiró él—. No estaba...
—Pero creo que deberías llevar tú a Olivia.
—Oh —dijo asustado.
—No pasará nada —dijo ella—. La has llevado por casa.
—Sí, pero ahora voy a una tienda. Hay muchas cosas. Puede que tuerza y golpee su cabeza contra una estantería, o me tropiece con algo y nos caigamos los dos, y si termino encima de ella podría aplastarla.
—Ve despacio y todo irá bien.
—Todavía duerme. ¿Qué te parece si entras tú y yo me quedo con ella? Elige lo que quieras y sal, después entraré yo para pagar y cargarlo en el coche.
—No voy a comprar nada sin ti. Además... —se volvió y la pequeña empezó a moverse—. Además, está despierta. Vamos. Cuanto antes vayamos, antes regresaremos a casa. Quiero leerme el capítulo del baño. Deberíamos darle uno hoy.
—Cielos, un baño.
—Y pronto tendrá hambre.
Pedro la miró.
—Se me acaba de ocurrir una cosa. ¿No deberíamos haber traído el biberón y algunos pañales?
—Tienes razón —dijo Paula.
—Acabemos cuanto antes —salió del coche y sacó a la pequeña.
Cuando Paula y Pedro entraron en Coogan's Department Store, Noelia Coogan les dio la bienvenida con una sonrisa.
Paula supo exactamente en qué momento Noelia descubrió que el bulto que Pedro llevaba entre los brazos era un bebé. Su sonrisa desapareció y la mujer tuvo que apoyarse en el mostrador.
—Hola, señora Coogan —dijo Paula—. Seguro que se sorprende de vernos con un bebé.
Noelia asintió.
—Pedro está cuidando al bebé de una amiga que necesita un descanso —dijo Paula—. Yo estoy ayudándolo, ¿verdad, Pedro?
—Sí —Pedro movió a la pequeña, que iba envuelta en una manta y comenzaba a llorar.
—A lo mejor deberías destaparla un poco antes de que se ahogue —dijo Paula.
Pedro suspiró y destapó a la pequeña.
Olivia pestañeó y dejó de llorar.
—Tenemos que ver los muebles que tienes para bebé —dijo Paula.
Noelia asintió atónita.
—¿Muebles para bebé? —preguntó una mujer que se acercaba al mostrador con varias madejas de lana—. ¿Y de dónde habéis sacado a un bebé?
—Guadalupe, ésta es Olivia —dijo Paula—. Pedro está cuidando a la hija de una amiga que necesita un descanso. Yo me he ofrecido a ayudarlo.
Guadalupe se quedó casi tan perpleja como Noelia.
—¿Desde cuándo las niñeras tienen que invertir en muebles?
—Esto puede durar algún tiempo —dijo Paula.
—¿Alguien te ha dejado un bebé, Pedro? —preguntó Guadalupe arqueando las cejas.
—Sí.
—¿Has cuidado antes de un bebé?
—No.
—Por eso lo estoy ayudando —dijo Paula, y contuvo la risa al ver la cara de Guadalupe.
—Tú tampoco debes saber mucho más que Pedro —dijo Guadalupe.
—Nos han dejado instrucciones —dijo Pedro.
—¿Ah, sí? —Guadalupe se acercó a Olivia—. Hola, preciosa —acercó un dedo a su mano y la pequeña se lo agarró—. Encantada de conocerte.
—¿Tienes las manos limpias, Guadalupe?
—Bueno, creo que bastante limpias —dijo ella—. Pero si crees que debería ponerme una mascarilla quirúrgica, iré a ver si Noelia vende alguna. Aunque no tengo ninguna enfermedad contagiosa, que yo sepa.
Paula había pensado lo mismo al ver que Guadalupe tocaba a la pequeña, pero Pedro se le había adelantado.
—Somos nuevos en esto, y quizá demasiado protectores.
—Es mejor eso que ser descuidado o abandonarla —dijo Guadalupe—. Es demasiado pequeña para estar separada de su madre. ¿Le estaba dando de mamar?
—Hum, ahora toma biberón —dijo Paula.
—Eres preciosa, Olivia. No puedo imaginarme cómo alguien puede cansarse de ti —le rozó la nariz con la suya—. No puedo hacerlo. Eres preciosa.
Olivia sonrió.
—¡Pedro! —Paula lo agarró del brazo—. ¡Ha sonreído!
—¿De veras? —Pedro trató de verle la cara al bebé.
—De veras —dijo Guadalupe—. ¿A que sí, Olivia? Una gran sonrisa —le acarició la mejilla—. Qué niña tan guapa.
—Nunca nos había sonreído —dijo Pedro.
—Lo hará si tú le sonríes —dijo Noelia mientras salía de detrás del mostrador—. Te imitará. ¿Qué tipo de muebles necesitas para la pequeña, Pedro?
—Un cambiador —dijo él—. Y una cuna, quizá.
—Ven por aquí —Noelia se dirigió al fondo de la tienda.
Pedro la siguió y Paula se quedó atrás.
Guadalupe la agarró del brazo.
—No tan deprisa.
Paula la miró.
—¿Qué pasa con ese bebé? ¿A quién conoce Pedro que pudiera dejarle un bebé a su cargo? Suena muy extraño.
—Sé que lo es, Guadalupe. Ojalá pudiera contestar a tus preguntas, pero no puedo.
—¿El nombre de la madre es un secreto?
—De momento, sí —Paula se sentía idiota—. Prometo contarte lo que pasa en cuanto pueda.
—Paula, sabes que guardo muy bien los secretos.
—Ya lo sé, pero...
—Le prometiste a él que no dirías nada, ¿verdad?
—Sí.
—Pero, Paula, si os comportáis de manera misteriosa, la gente empezará a preguntarse si Pedro es el padre.
—Supongo que eso no podemos evitarlo.
—Está bien. Creo que será mejor que dejemos el tema.
Miró hacia el mostrador.
—Voy a tejer aquella capa de la que hablamos.
—¿De veras? —Paula agradeció el cambio de tema—. Me preguntaba qué ibas a hacer con tantos colores. Te quedará estupendamente, Guadalupe.
—Te he llamado esta mañana para ver si te apetecía venir a tomar café y ayudarme con el telar, pero no estabas. Supongo que estarías con el bebé.
Paula dudó un instante. Guadalupe era la única persona que sabía lo que ella sentía por Pedro
—Yo... hum... de momento estoy en casa de Pedro.
—¿Ah, sí? —Guadalupe se cubrió la boca con la mano.
—Pero he decidido que no tengo esperanzas, Guadalupe.
—¿Por el bebé? O debería decir ¿por la madre del bebé?
—No, ése no es el problema. Él ha admitido que nunca se había fijado en mí.
Guadalupe la agarró del brazo.
—Oh, cariño. Lo siento mucho.
—Hasta anoche.
—¡Oh, no! Más vale tarde que nunca.
—No si me tocan las sobras de Charlotte Crabtree —Paula comenzaba a enfadarse—. Creo que se excitó estando con Charlotte, pero que no llegaron a hacer nada, así que ahora está caliente y yo soy la más cercana.
—Puede ser.
—Es evidente, Guadalupe. Ahora que ha superado el divorcio empieza a apetecerle tener relaciones sexuales otra vez. Con Charlotte no salió bien y ahora está atado con el bebé. Yo me ofrecí a ayudarlo, así que estoy a mano.
Guadalupe se quedó pensativa un instante.
—Tenemos que hablar.
Al fondo de la tienda se oyó el llanto de un bebé.
—¡Paula! —gritó Pedro.
—Será mejor que me vaya —dijo Paula—. Te enviaré a Noelia para que puedas pagarle la lana.
—Llámame cuando tengas un rato —le dijo Guadalupe—. Y no saques conclusiones todavía.
Paula sonrió como respuesta y se dirigió al fondo de la tienda. Guadalupe le estaba dando falsas esperanzas porque no quería verla deprimida. Pero ella prefería deprimirse un poco que tener el corazón roto para siempre.
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