sábado, 20 de octubre de 2018
CAPITULO 1 (PRIMERA HISTORIA)
—Vamos, Pedro, cariño —Charlotte interrumpió el beso y llevó la mano hasta la bragueta de sus pantalones—. Muéstrale a la pequeña Charlotte lo que hay dentro de esos vaqueros.
Pedro le agarró la mano y se la retiró. Cómo se le había ocurrido pensar que le gustaba que las mujeres tomaran la iniciativa. Además, había pasado mucho tiempo y no estaba seguro de si sería capaz de mantener el control.
—Ya llegaremos a eso —murmuró él.
—Qué encanto —ella le mordisqueó el labio inferior y le desabrochó un poco la camisa—. Eres tímido. Nunca me habría imaginado que pudieras ser tan tímido después de haber estado casado con Bárbara —le desabrochó otro botón—. ¿Por eso me has preparado una cena especial, hemos bebido vino y has encendido la chimenea? ¿Para superar los nervios?
Él apretó los dientes.
—No estoy nervioso. Sólo me gustaría...
—A mí también, cariño —después de desabrocharle del todo la camisa, introdujo la lengua en su boca.
Pedro se estaba excitando y, sin embargo, acababa de darse cuenta de que Charlotte ni siquiera le gustaba tanto. Consideraba que para acostarse con una mujer, al menos debía gustarle. Las veces que la había visto detrás del escritorio de Colorado Savings and Loans sí se había fijado en ella. Y era principios de primavera, la época del año en la que siempre sentía ganas de sembrar algo. Un mes después, cumpliría treinta y cinco y tenía la sensación de que el tiempo pasaba deprisa. Pero quizá invitar a Charlotte al rancho hubiera sido una mala idea.
Ella gimió y apretó los senos contra el torso de Pedro.
—Desvísteme —susurró antes de besarlo otra vez.
Los senos de aquella mujer eran tentadores. Era una de las cosas que le habían llamado la atención en primer lugar. Y como le habían dicho sus amigos, tenía que empezar por algún sitio si lo que pretendía era volver a la caza.
Aun así, si hubiera dependido de él, probablemente no habría ido tan deprisa. Pero no parecía tener mucha elección, y si no se comportaba como un hombre, ella se ofendería.
Le desabrochó el primer botón de la blusa y se alegró al ver que no había perdido práctica.
Después continuó con el resto y con el sujetador.
Al acariciarle los senos se dio cuenta de que encajaban en sus manos a la perfección. Era una lástima que el perfume que llevaba Charlotte, lo hiciera sentir como si le faltara aire.
Pero sobreviviría. No le quedaba más remedio.
Sentía que los vaqueros le apretaban y ella parecía dispuesta a ayudarlo a solventar su problema. Además, él la había invitado a cenar pensando en lo que podría suceder después.
Había servido la cena a la luz de las velas, y después, cuando ella había sugerido que dejaran las luces apagadas y se sentaron junto al fuego para tomarse una copa de vino, él no había puesto ninguna objeción.
Pensó que quizá descubriría que ella le gustaba más a medida que pasaba el tiempo. Y tenía que empezar en algún momento.
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