martes, 30 de octubre de 2018
CAPITULO 33 (PRIMERA HISTORIA)
—¡Eres idiota! —Augusto se volvió hacia Pedro en cuanto Paula cerró la puerta—. ¡Esa mujer está enamorada de tí!
—Lo sé —dijo Pedro.
—Y, a menos que me equivoque, tú sientes lo mismo por ella.
Pedro asintió.
—Me temo que he estado enamorado de Paula Chaves desde hace diez años. Sólo que no lo he sabido hasta hace tres semanas.
—Y ahora que lo pienso, ella siempre ha estado pendiente de ti. Lo único es que antes no me había fijado. Entonces, ¿cómo es que has permitido que se vaya con esa cara de agonía?
Olivia comenzó a patalear y Pedro se dirigió hacia la cocina.
—Hay que darle el biberón a este bebé.
—Se lo daremos, Pedro, pero no voy a dejar el tema —Augusto lo siguió a la cocina—. Paula no sólo es mi jefa, es una mujer encantadora. Eres un hombre afortunado, y parece que no te das cuenta.
—Sí me doy cuenta —Pedro sentó a la pequeña en la sillita y la ató—. Paula es la desafortunada al haberse fijado en mí.
—Desde luego, si ésta es la manera en que vas a tratarla.
—¿Qué puedo hacer? Si soy el padre de Olivia, debería casarme con Jesica — pero no estaba seguro de cómo conseguiría hacerlo, aunque fuera lo apropiado.
—Eso sí que no tiene sentido.
—Quizá para tí no, pero es la única solución que se me ocurre.
—Pobrecito —dijo Augusto—. Y cambiando un poco de tema, ¿por qué has atado a la pequeña? Está claro que no le gusta.
Pedro se encogió de hombros. Se sentía mal porque había herido a Paula, la última persona del mundo a la que quería hacer daño.
—Tengo que dejarla en algún lugar seguro mientras le preparo el biberón.
—Al diablo con eso —Augusto tomó a la pequeña en brazos—. ¿Me concedes éste baile, pequeña? ¿Encantada? Así es como me gustan mis mujeres, encantadas —comenzó a moverse por la cocina.
Pedro se volvió con el biberón en la mano.
—Eh, Fred Astaire, estoy preparado.
—Oli y yo nos estamos divirtiendo. Deja que termine esta canción.
—Date prisa, Augusto. No tengo tiempo para esperar a que termines la canción.
Augusto se detuvo y miró a Pedro fijamente.
—¿Qué tal se siente uno siendo un mártir? ¿Disfrutas haciendo que todo el mundo se sienta mal?
Pedro sintió que lo invadía la rabia.
—Si no tuvieras a la niña en brazos...
—Pero la tengo. Y puesto que Olivia me protege para que no me rompas la mandíbula, aprovecharé para decirte que me apuesto lo que quieras a que tú no eres el padre. Y aunque lo seas, Jesy y tú no estáis hechos para estar juntos. Puede que quieras sacrificarte por la causa, pero espero que ella tenga más sentido común.
—Ella querrá lo mejor para Olivia.
—¿Y eso significa casarse contigo y vivir en Rocking A?
Pedro se percató de que todavía no había pensado en detalles.
—Porque te conozco, Pedro, y estás atado a estas tierras. Jesica no es una mujer de campo y lo sabes.
—Quizá acabe gustándole —insistió Pedro.
—Eso sí que es buena idea. ¿Igual que a Bárbara?
—Está bien, entonces...
—No me digas que venderás el rancho. Nicolas lleva años intentando que lo hagas, cada vez que encuentra un cliente, y todos sabemos que nunca sucederá. Así que tenemos a Jesy, que no le gusta el campo, y a Paula, quien vive muy cerca de tí, porque está igual de atada a estas tierras que tú.
Pedro sabía que eso era cierto porque Paula siempre decía que quería que la enterraran en su jardín.
—¿No crees que Jesy se daría cuenta de que estás enamorado de la vecina? Y si quieres a Paula y no haces nada al respecto, te convertirás en un amargado y será un infierno convivir contigo. ¡Menudo ambiente va a tener esta criatura!
Pedro sabía que su amigo tenía razón, pero le costaba admitirlo.
—¡Me gustaría saber por qué te consideras un experto en el tema de los niños!
—No lo soy. Pero conozco a las mujeres. Y conozco a Paula. Sus sentimientos son muy intensos. Si no arreglas esta situación pronto, se estropeará para siempre. Y si eso sucede, tienes muchas probabilidades de quedarte solo para siempre, vaquero
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