martes, 4 de diciembre de 2018
CAPITULO 11 (CUARTA HISTORIA)
Pedro se despertó al oír que alguien llamaba a la puerta. Se levantó, tambaleándose de la cama, sin saber con seguridad dónde estaba.
—Servicio de habitaciones —respondió una mujer a través de la puerta cerrada.
Entonces lo recordó todo y miró a la cama para ver si Paula todavía estaba allí, pero la cama estaba vacía. Le entró un ataque de pánico.
Después de todo, ella lo había dejado. No había confiado en su palabra, a pesar de que le había dicho que no llamaría a sus padres para decirles dónde estaba.
—¡Vuelva más tarde! —dijo a la camarera.
Después, oyó el agua corriendo en el lavabo y entró en el baño sin llamar. Se encontró a Pau lavándose los dientes tranquilamente. Desnuda.
—¿Qué ocurre? —preguntó ella.
—Creía que te habías marchado —respondió Pedro.
Sin esperar su respuesta, la abrazó y la besó, con pasta de dientes incluida. Comenzó a acariciarle los pechos y murmuró contra su boca:
—Vuelve a la cama conmigo.
—Tenemos que llamar al rancho —dijo ella.
—Lo haremos. Pero antes necesito un refuerzo.
—¿Pero llamaremos inmediatamente después? —preguntó ella, excitada.
—Te lo prometo. Por favor, Pau, ven conmigo.
Hicieron de nuevo el amor y cuando terminaron, ella le rodeó la cintura con el brazo y apoyó la mejilla contra su pecho.
—Y ahora que hemos arreglado esto, ¿podemos llamar al rancho?
Él sabía que había llegado el momento. Aunque no estaba precisamente entusiasmado ante la idea de hablar con Sebastian sobre aquello, no podían posponerlo más.
—Está bien.
—Antes de que llames, tengo que decirte una cosa.
A él se le encogió el estómago.
—¿Qué?
—Quería asegurarme de que fuera yo la que te contara lo de Olivia, así que no le dije a Sebastian que tú eres el padre. Cuando llames, él se enterará de la noticia.
Pedro hizo un gesto de dolor. Si de antemano ya temía aquella llamada, en aquel momento odiaba la idea de tener que hacerla.
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