viernes, 2 de noviembre de 2018
CAPITULO 9 (SEGUNDA HISTORIA)
La noche siguiente, Pedro se sentó en la mecedora de casa de Sebastian completamente agotado. Fleafarm, la perra de Sebastian y Sadie, la perra de Maria, estaban tumbadas a sus pies.
Pedro no recordaba cuándo había estado tan cansado por última vez. Los bebés daban mucho trabajo, pero merecían la pena. Oli era una pequeña traviesa y aprendía deprisa los trucos que él le enseñaba. Aquella noche, le había dado la cena, la había bañado y la había dejado jugando con el gimnasio para bebés que le había comprado la semana pasada. Después, le había cambiado el pañal y la había metido en la cuna. Por fin estaba dormida y Pedro se preguntaba si tendría suficiente energía como para prepararse un sandwich.
Mientras decidía si cenaba o si se metía en la cama, se acordó de Paula. Había pensado en ir a visitarla aquella tarde, pero no le había dado tiempo. Durante la siesta de la pequeña había puesto una lavadora de ropa de bebé y la había tendido. Para cuando la pequeña despertó, era la hora de dar de comer a los caballos, a los perros y a Oli. Por fortuna, Maria había llevado sus caballos a Rocking D, ya que si no, Pedro habría pasado toda la tarde yendo de un rancho a otro.
Desde luego, esa semana estaría más ocupado de lo que imaginaba. Pero cuanto más .tiempo pasara sin ver a Paula, más posibilidades había de que ella se volviera indiferente otra vez. La noche anterior había conseguido que se fijara en él y, desde entonces, no había conseguido calmar su excitación.
«Maldito Sebastian», pensó Pedro al recordar cómo les había estropeado el momento. Pero no estaba seguro de que hubiera sido un accidente.
Maria no quería que él se liara con Paula. Si había visto que el coche de Paula todavía estaba junto a la carpa, era posible que hubiera enviado a Sebastian a propósito.
Pedro suspiró. Besar a Paula había sido algo mucho mejor de lo que esperaba. Su boca era suave y delicada y él no pudo evitar desear explorarla con su lengua. Sabía dulce y picante a la vez, tal y como imaginaba que sería en la cama.
Notó que se excitaba. Al parecer no estaba tan cansado como creía. Sería mejor que pensara en algo que no fuera en acostarse con Paula si quería dormir aquella noche. Se preguntaba si ella también estaría frustrada. Era posible, pero no creía que se atreviera a ir allí esa noche, aunque él la llamara para pedírselo.
Era una idea. Podía llamarla y decirle que quería que le ayudara a hacer algo con Oli, pero eso sería jugar sucio.
Podía ser sincero y decirle que no podía dejar de pensar en ella. Quizá, si le explicaba que no podía salir de aquella casa, ella sintiera lástima por él y...
Cuando sonó el teléfono se sobresaltó.
—¿Diga? —descolgó el inalámbrico que estaba en la mesa.
—¿Quién es?
Él hizo una pausa al oír la voz de una mujer. No era Paula.
—Depende de quién seas tú.
—Soy Jesica.
Debería haberlo pensado. Sebastian le había advertido de que a veces llamaba por la noche.
—Soy Pedro, Jesica —se dirigió al despacho de Sebastian, donde estaba instalado el equipo de detección de llamadas—. Escucha, tienes que regresar. Aunque tengas miedo de lo que sea...
—No puedo estar cerca de Olivia. No sería seguro para ella. ¿Está bien?
—Está bien. Pero yo tengo derecho a saber si soy su...
Clic.
Pedro agarró el teléfono con fuerza y blasfemó.
No le había dado tiempo a detectar la procedencia de la llamada.
Regresó a la cocina y dejó el teléfono en la base. Miró la lista de teléfonos que Maria había colgado en la pared. Se fijó en el teléfono de Paula y decidió llamar. Después de todo, tenía noticias frescas. Jesica había llamado.
Marcó el número, miró la hora y se dio cuenta de que era muy tarde. En esos momentos, ella contestó.
—Hawthorne House.
—Soy Pedro.
—¿La niña está bien?
—Estupendamente. Jesica acaba de llamar.
—¿De veras? ¿Ha dicho algo nuevo?
—Sólo que no era seguro para Oli que estuviera cerca de ella. Pero eso ya lo suponíamos.
—Y no ha dicho...
—¿Quién es el padre? No. Pero supongo que no importa. Sé que es mía.
—Pareces orgulloso de ello.
—Supongo que lo estoy —dijo con sorpresa—. Sé que no debería haber sucedido, pero ahora que Oli está aquí, no me arrepiento. Voy a pasar todo el tiempo que pueda con ella.
—Ya. Pedro Alfonso comprometiéndose con una mujer.
—Me comprometo con mujeres todo el tiempo.
—Seguro.
—Si me lío con una mujer, ella es la única mujer de mi vida durante ese tiempo. Eso es un compromiso.
—Perdona si no me parece una virtud.
Él deseaba tenerla delante en lugar de tener que hablar con ella por teléfono. La conversación no les llevaba a ningún sitio. Ambos necesitaban acción.
—No todo el mundo está hecho para el matrimonio. Al menos, en eso soy sincero.
—De acuerdo. Entonces, deja que sea igual de sincera contigo. Piérdete.
Pedro decidió que aquella era su manera de defenderse ante lo que sentía por él.
—Supongo que no piensas venir a hacerme compañía esta noche.
—Ni lo sueñes.
—Soñaré contigo. Anoche fuiste la protagonista.
—Es curioso, yo no soñé nada.
—Por supuesto que no soñaste. Estarías despierta y frustrada, deseando que yo estuviera allí.
—Pedro, ¡eres un creído!
Él sonrió.
—Cierto, pero las mujeres dicen que encaja con mi personalidad.
—Voy a colgar.
—Bien. Cuelga y vente para acá. Pareces tensa. Deja que te dé un masaje. Utilizo la palma de la mano para los músculos grandes y los dedos para los pequeños. Y hay un punto en tu entrepierna que...
Un clic al otro lado de la línea le indicó que había colgado. Él deseaba que estuviera de camino a Rocking D, pero lo dudaba. Tendría que buscarla él, y con lo ocupado que lo mantenía Oli, sería más difícil de lo que pensaba.
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