sábado, 15 de diciembre de 2018

CAPITULO 48 (CUARTA HISTORIA)




—Maldita sea —farfulló Augusto. Iba a caballo, moviendo la linterna para iluminar el suelo—. He perdido la pista de nuevo.


Pedro luchó por controlar el pánico. Sebastian, Augusto, Bruno y él llevaban horas siguiendo el rastro de los dos caballos, junto con las dos perras, Fleafarm y Sadie. Estaba oscureciendo y un loco tenía a Paula y a Olivia en aquella oscuridad, en algún lugar.


En ese momento, oyeron un ladrido a lo lejos. 


Después, otro.


—Bueno, estupendo —dijo Augusto—. Probablemente, se han asustado de alguna mofeta.


—Vamos a averiguarlo —dijo Sebastian, y guió a su caballo en dirección al ruido.


Pedro se dijo que no debía dejarse llevar por la reacción de los perras. Sebastian había dicho que no estaban adiestradas para aquel tipo de tarea y que posiblemente, había sido inútil llevarlas. Fleafarm era capaz de controlar un rebaño como ningún otro perro y Sadie, la gran danés de Maria, era una magnífica guardiana, pero tampoco sabía nada de rastrear.


Sin embargo, Pedro espoleó al caballo para que se pusiera al trote y llegó al pequeño claro donde estaban las dos perras, moviendo las colas, muy orgullosas de sí mismas. Había algo a sus pies.


Pedro movió la linterna y le dio un vuelco el estómago al iluminar un peluche muy sucio.


Bruce.



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